domingo, 28 de septiembre de 2014

"Casa tomada" de Julio Cortázar y "La casa de Asterión" de Jorge Luis Borges

"Casa tomada" de Julio Cortázar y "La casa de Asterión" de Jorge Luis Borges

Casa tomada* (Julio Cortázar)

 Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los secretos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por los bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé porqué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pull-over está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor de preguntarle a  Irene qué pensaba a hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esta parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica , y la puerta central daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente del pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por le pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que que llevaba a la cocina y al baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso se lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y en los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui hasta el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la puerta antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
—Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
— ¿Estás seguro?
Asentí.
—Entonces —dijo recogiendo las agujas— tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene extrañaba unas carpetas, un par de pantuflas que tanto la abrigaban en invierno. Yo sentía mi pipa de enebro y creo que Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
—No está aquí.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resulta molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
—Fíjate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadrito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba enseguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiado ruido de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos ahí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos más despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida).
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí el ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y en el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte, pero siempre sordos a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
—Han tomado esta parte —dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta el cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
—¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? —le pregunté inútilmente.
—No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.


       *Cortázar, Julio, en Bestiario, Buenos Aires, Sudamericana, 1982


Supongo que todos conocen el mito de Teseo y el minotauro... Para refrescarlo un poquito  (es fundamental para comprender el relato de Borges) pueden mirar este relato en imágenes de Cuentacuentos antes de leer "La casa de Asterión" y, de paso, volver un ratito a la infancia...


                                                       LA CASA DE ASTERIÓN*
Jorge Luis Borges

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
Apolodoro, Biblioteca, III, I

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito[1])   están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme.  A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo:Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto.
¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.


*BORGES, Jorge Luis, “La casa de Asterión”, El Aleph, Buenos Aires, Emecé, 1991.

"Lejana" de Julio Cortazar

"Lejana" de Julio Cortázar


LEJANA
Julio Cortázar

Diario de Alina Reyes
12 de enero

Anoche fue otra vez, yo tan cansada de pulseras y farándulas, de pink champagne y la cara de Renato Viñes, oh esa cara de foca balbuceante, de retrato de Dorian Gray a lo último. Me acosté con gusto a bombón de menta, al Boogie del Banco Rojo, a mamá bostezada y cenicienta (como queda ella a la vuelta de las fiestas, cenicienta y durmiéndose, pescado enormísimo y tan no ella.)
Nora que dice dormirse con luz, con bulla, entre las urgidas crónicas de su hermana a medio desvestir. Qué felices son, yo apago las luces y las manos, me desnudo a gritos de lo diurno y moviente, quiero dormir y soy una horrible campana resonando, una ola, la cadena que Rex arrastra toda la noche contra los ligustros.Now I lay me down to sleep... Tengo que repetir versos, o el sistema de buscar palabras con a, después con a y e, con las cinco vocales, con cuatro. Con dos y una consonante (ala, ola), con tres consonantes y una vocal (tras, gris) y otra vez versos, la luna bajó a la fragua con su polisón de nardos, el niño la mira mira, el niño la está mirando. Con tres y tres aslternadas, cábala, laguna, animal; Ulises, ráfaga, reposo.
Así paso horas: de cuatro, de tres y dos, y más tarde palindromas. Los fáciles, salta Lenin el Atlas; amigo, no gima; los más difíciles y hermosos, átate, demoniaco Caín o me delata; Anás usó tu auto Susana. O los preciosos anagramas: Salvador Dalí, Avida Dollars; Alina Reyes, es la reina y... Tan hermoso, éste, porque abre un camino, porque no concluye. Porque la reina y...
No, horrible. Horrible porque abre camino a esta que no es la reina, y que otra vez odio de noche. A esa que es Alina Reyes pero no la reina del anagrama; que será cualquier cosa, mendiga en Budapest, pupila de mala casa en Jujuy o sirvienta en Quetzaltenango, cualquier lado lejos y no reina. Pero sí Alina Reyes y por eso anoche fue otra vez, sentirla y el odio.

20 de enero

A veces sé que tiene frío, que sufre, que le pegan. Puedo solamente odiarla tanto, aborrecer las manos que la tiran al suelo y también a ella, a ella todavía más porque le pegan, porque soy yo y le pegan. Ah, no me desespera tanto cuando estoy durmiendo o corto un vestido o son las horas de recibo de mamá y yo sirvo el té a la señora de Regules o al chico de los Rivas. Entonces me importa menos, es un poco cosa personal, yo conmigo; la siento más dueña de su infortunio, lejos y sola pero dueña. Que sufra, que se hiele; yo aguanto desde aquí, y creo que entonces la ayudo un poco. Como hacer vendas para un soldado que todavía no ha sido herido y sentir eso de grato, que se le está aliviando desde antes, previsoramente.
Que sufra. Le doy un beso a la señora de Regules, el té al chico de los Rivas, y me reservo para resistir por dentro. Me digo: «Ahora estoy cruzando un puente helado, ahora la nieve me entra por los zapatos rotos». No es que sienta nada. Sé solamente que es así, que en algún lado cruzo un puente en el instante mismo (pero no sé si es el instante mismo) en que el chico de los Rivas me acepta el té y pone su mejor cara de tarado. Y aguanto bien porque estoy sola entre esas gentes sin sentido, y no me desespera tanto. Nora se quedó anoche como tonta, dijo: «¿Pero qué te pasa?». Le pasaba a aquella, a mí tan lejos. Algo horrible debió pasarle, le pegaban o se sentía enferma y justamente cuando Nora iba a cantar a Fauré y yo en el piano, mirándolo tan feliz a Luis María acodado en la cola que le hacía como un marco, él mirándome contento con cara de perrito, esperando oír los arpegios, los dos tan cerca y tan queriéndonos. Así es peor, cuando conozco algo nuevo sobre ella y justo estoy bailando con Luis María, besándolo o solamente cerca de Luis María. Porque a mí, a la lejana, no la quieren. Es la parte que no quieren y cómo no me va a desgarrar por dentro sentir que me pegan o la nieve me entra por los zapatos cuando Luis María baila conmigo y su mano en la cintura me va subiendo como un calor a mediodía, un sabor a naranjas fuertes o tacuaras chicoteadas, y a ella le pegan y es imposible resistir y entonces tengo que decirle a Luis María que no estoy bien, que es la humedad, humedad entre esa nieve que no siento, que no siento y me está entrando por los zapatos.

25 de enero

Claro, vino Nora a verme y fue la escena. «M'hijita, la última vez que te pido que me acompañes al piano. Hicimos un papelón». Qué sabía yo de papelones, la acompañé como pude, me acuerdo que la oía con sordina. Votre âme est un paysage choisi...pero me veía las manos entre las teclas y parecía que tocaban bien, que acompañaban honestamente a Nora. Luis María también me miró las manos, el pobrecito, yo creo que era porque no se animaba a mirarme la cara. Debo ponerme tan rara.
Pobre Norita, que la acompañe otra. (Esto parece cada vez más un castigo, ahora sólo me conozco allá cuando voy a ser feliz, cuando soy feliz, cuando Nora canta Fauré me conozco allá y no queda más que el odio).

Noche

A veces es ternura, una súbita y necesaria ternura hacia la que no es reina y anda por ahí. Me gustaría mandarle un telegrama, encomiendas, saber que sus hijos están bien o que no tiene hijos -porque yo creo que allá no tengo hijos- y necesita confortación, lástima, caramelos. Anoche me dormí confabulando mensajes, puntos de reunión. Estaré jueves stop espérame puente. ¿Qué puente? Idea que vuelve como vuelve Budapest donde habrá tanto puente y nieve que rezuma. Entonces me enderecé rígida en la cama y casi aúllo, casi corro a despertar a mamá, a morderla para que se despertara. Nada más que por pensar. Todavía no es fácil decirlo. Nada más que por pensar que yo podría irme ahora mismo a Budapest, si realmente se me antojara. O a Jujuy, a Quetzaltenango. (Volví a buscar estos nombres páginas atrás). No valen, igual sería decir Tres Arroyos, Kobe, Florida al cuatrocientos. Sólo queda Budapest porque allí es el frío, allí me pegan y me ultrajan. Allí (lo he soñado, no es más que un sueño, pero cómo adhiere y se insinúa hacia la vigilia) hay alguien que se llama Rod -o Erod, o Rodo- y él me pega y yo lo amo, no sé si lo amo pero me dejo pegar, eso vuelve de día en día, entonces es seguro que lo amo.

Más tarde

Mentira. Soñé a Rod o lo hice con una imagen cualquiera de sueño, ya usada y a tiro. No hay Rod, a mí me han de castigar allá, pero quién sabe si es un hombre, una madre furiosa, una soledad.
Ir a buscarme. Decirle a Luis María: «Casémonos y me llevas a Budapest, a un puente donde hay nieve y alguien». Yo digo: ¿y si estoy? (Porque todo lo pienso con la secreta ventaja de no querer creerlo a fondo. ¿Y si estoy?). Bueno, si estoy... Pero solamente loca, solamente... ¡Qué luna de miel!

28 de enero

Pensé una cosa curiosa. Hace tres días que no me viene nada de la lejana. Tal vez ahora no le pegan, o no pudo conseguir abrigo. Mandarle un telegrama, unas medias... Pensé una cosa curiosa. Llegaba a la terrible ciudad y era de tarde, tarde verdosa y ácuea como no son nunca las tardes si no se las ayuda pensándolas. Por el lado de la Dobrina Stana, en la perspectiva Skorda, caballos erizados de estalagmitas y polizontes rígidos, hogazas humeantes y flecos de viento ensoberbeciendo las ventanas Andar por la Dobrina con paso de turista, el mapa en el bolsillo de mi sastre azul (con ese frío y dejarme el abrigo en el Burglos), hasta una plaza contra el río, casi en encima del río tronante de hielos rotos y barcazas y algún martín pescador que allá se llamará sbunáia tjéno o algo peor.
Después de la plaza supuse que venía el puente. Lo pensé y no quise seguir. Era la tarde del concierto de Elsa Piaggio de Tarelli en el Odeón, me vestí sin ganas sospechando que después me esperaría el insomnio. Este pensar de noche, tan noche... Quién sabe si no me perdería. Una inventa nombres al viajar pensando, los recuerda en el momento: Dobrina Stana, sbunáia tjéno, Burglos. Pero no sé el nombre de la plaza, es como si de veras hubiera llegado a una plaza de Budapest y estuviera perdida por no saber su nombre; ahí donde un nombre es una plaza.
Ya voy, mamá. Llegaremos bien a tu Bach y a tu Brahms. Es un camino tan simple. Sin plaza, sin Burglos. Aquí nosotras, allá Elsa Piaggio. Qué triste haberme interrumpido, saber que estoy en una plaza (pero esto ya no es cierto, solamente lo pienso y eso es menos que nada). Y que al final de la plaza empieza el puente.

Noche

Empieza, sigue. Entre el final del concierto y el primer bis hallé su nombre y el camino. La plaza Vladas, el puente de los mercados. Por la plaza Vladas seguí hasta el nacimiento del puente, un poco andando y queriendo a veces quedarme en casas o vitrinas, en chicos abrigadísimos y fuentes con altos héroes de emblanquecidas pelerinas, Tadeo Alanko y Vladislas Néroy, bebedores de tokay y cimbalistas. Yo veía saludar a Elsa Piaggio entre un Chopin y otro Chopin, pobrecita, y de mi platea se salía abiertamente a la plaza, con la entrada del puente entre vastísimas columnas. Pero esto yo lo pensaba, ojo, lo mismo que anagramar es la reina y... en vez de Alina Reyes, o imaginarme a mamá en casa de los Suárez y no a mi lado. Es bueno no caer en la sonsera: eso es cosa mía, nada más que dárseme la gana, la real gana. Real porque Alina, vamos -No lo otro, no el sentirla tener frío o que la maltratan. Esto se me antoja y lo sigo por gusto, por saber adónde va, para enterarme si Luis María me lleva a Budapest, si nos casamos y le pido que me lleve a Budapest. Más fácil salir a buscar ese puente, salir en busca mía y encontrarme como ahora porque ya he andado la mitad del puente entre gritos y aplausos, entre «¡Álbeniz!» y más aplausos y «¡La polonesa!», como si esto tuviera sentido entre la nieve arriscada que me empuja con el viento por la espalda, manos de toalla de esponja llevándome por la cintura hacia el medio del puente.
(Es más cómodo hablar en presente. Esto era a las ocho, cuando Elsa Piaggio tocaba el tercer bis, creo que Julián Aguirre o Carlos Guastavino, algo con pasto y pajaritos). Pero me he vuelto canalla con el tiempo, ya no le tengo respeto. Me acuerdo que un día pensé: «Allá me pegan, allá la nieve me entra por los zapatos y esto lo sé en el momento, cuando me está ocurriendo allá yo lo sé al mismo tiempo. ¿Pero por qué al mismo tiempo? A lo mejor me llega tarde, a lo mejor no ha ocurrido todavía. A lo mejor le pegarán dentro de catorce años, o ya es una cruz y una cifra en el cementerio de Santa Úrsula. Y me parecía bonito, posible, tan idiota. Porque detrás de eso una siempre cae en el tiempo parejo. Si ahora ella estuviera realmente entrando en el puente, sé que lo sentiría ya mismo y desde aquí. Me acuerdo que me paré a mirar el río que estaba sonando y chicoteando. (Esto yo lo pensaba). Valía asomarse al parapeto del puente y sentir en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Valía quedarse un poco por la vista, un poco por el miedo que me venía de adentro -o era el desabrigo, la nevisca deshecha y mi tapado en el hotel-. Y después que yo soy modesta, soy una chica sin humos, pero vengan a decirme de otra que le haya pasado lo mismo, que viaje a Hungría en pleno Odeón. Eso le da frío a cualquiera, che, aquí o en Francia.
Pero mamá me tironeaba la manga, ya casi no había gente en la platea. Escribo hasta ahí, sin ganas de seguir acordándome de lo que pensé. Me va a hacer mal si sigo acordándome. Pero es cierto, cierto; pensé una cosa curiosa.

30 de enero

Pobre Luis María, qué idiota casarse conmigo. No sabe lo que se echa encima. O debajo, como dice Nora que posa de emancipada intelectual.

31 de enero

Iremos allá. Estuvo tan de acuerdo que casi grito. Sentí miedo, me pareció que él entra demasiado fácilmente en este juego. Y no sabe nada, es como el peoncito de dama que remata la partida sin sospecharlo. Peoncito Luis María, al lado de su reina. De la reina y –

7 de febrero

A curarse. No escribiré el final de lo que había pensado en el concierto. Anoche la sentí sufrir otra vez. Sé que allá me estarán pegando de nuevo. No puedo evitar saberlo, pero basta de crónica. Si me hubiese limitado a dejar constancia de eso por gusto, por desahogo... Era peor, un deseo de conocer al ir releyendo; de encontar claves en cada palabra tirada al papel después de tantas noches. Como cuando pensé la plaza, el río roto y los ruidos, y después... Pero no lo escribo, no lo escribiré ya nunca.
Ir allá a convencerme de que la soltería me dañaba, nada más que eso, tener veintisiete años y sin hombre. Ahora estará bien mi cachorro, mi bobo, basta de pensar, a ser al fin y para bien.
Y sin embargo, ya que cerraré este diario, porque una o se casa o escribe un diario, las dos cosas no marchan juntas -Ya ahora no me gusta salirme de él sin decir esto con alegría de esperanza, con esperanza de alegría. Vamos allá pero no ha de ser como lo pensé la noche del concierto. (Lo escribo, y basta de diario para bien mío.) En el puente la hallaré y nos miraremos. La noche del concierto yo sentía en las orejas la rotura del hielo ahí abajo. Y será la victoria de la reina sobre esa adherencia maligna, esa usurpación indebida y sorda. Se doblegará si realmente soy yo, se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro.

Alina Reyes de Aráoz y su esposo llegaron a Budapest el 6 de abril y se alojaron en el Ritz. Eso era dos meses antes de su divorcio. En la tarde del segundo día Alina salió a conocer la ciudad y el deshielo. Como le gustaba caminar sola -era rápida y curiosa- anduvo por veinte lados buscando vagamente algo, pero sin proponérselo demasiado, dejando que el deseo escogiera y se expresara con bruscos arranques que la llevaban de una vidriera a otra, cambiando aceras y escaparates.
Llegó al puente y lo cruzó hasta el centro andando ahora con trabajo porque la nieve se oponía y del Danubio crece un viento de abajo, difícil, que engancha y hostiga. Sentía cómo la pollera se le pegaba a los muslos (no estaba bien abrigada) y de pronto un deseo de dar vuelta, de volverse a la ciudad conocida. En el centro del puente desolado la harapienta mujer de pelo negro y lacio esperaba con algo fijo y ávido en la cara sinuosa, en el pliegue de las manos un poco cerradas pero ya tendiéndose. Alina estuvo junto a ella repitiendo, ahora lo sabía, gestos y distancias como después de un ensayo general. Sin temor, liberándose al fin -lo creía con un salto terrible de júbilo y frío- estuvo junto a ella y alargó también las manos, negándose a pensar, y la mujer del puente se apretó contra su pecho y las dos se abrazaron rígidas y calladas en el puente, con el río trizado golpeando en los pilares.
A Alina le dolió el cierre de la cartera que la fuerza del abrazo le clavaba entre los senos con una laceración dulce, sostenible. Ceñía a la mujer delgadísima, sintiéndola entera y absoluta dentro de su abrazo, con un crecer de felicidad igual a un himno, a un soltarse de palomas, al río cantando. Cerró los ojos en la fusión total, rehuyendo las sensaciones de fuera, la luz crepuscular; repentinamente tan cansada, pero segura de su victoria, sin celebrarlo por tan suyo y por fin.
Le pareció que dulcemente una de las dos lloraba. Debía ser ella porque sintió mojadas las mejillas, y el pómulo mismo doliéndole como si tuviera allí un golpe. También el cuello, y de pronto los hombros, agobiados por fatigas incontables. Al abrir los ojos (tal vez gritaba ya) vio que se habían separado. Ahora sí gritó. De frío, porque la nieve le estaba entrando por los zapatos rotos, porque yéndose camino de la plaza iba Alina Reyes lindísima en su sastre gris, el pelo un poco suelto contra el viento, sin dar vuelta la cara y yéndose.

En: CORTÁZAR, Julio, Bestiario, Buenos Aires, Sudamericana, 1976.

Guía para el análisis comunicativo

Guía para el análisis de la situación comunicativa

Para comenzar un análisis de los componentes o factores de la situación comunicativa, conviene recordar que todo mensaje "habla" de su contexto de producción y de recepción a través de ciertas marcas que nos muestran una imagen del destinador y del destinatario, el código (sociocultural, ideológico y retórico) compartido y el contexto (área del saber, área social en la que circula, ...). Por otro lado, el canal, el soporte a través del cual se da la comunicación, determina también el mensaje.
Para comenzar, entonces, el análisis de los componentes, conviene ir señalando esas marcas que nos "hablan" de la situación comunicativa en la cual se produjo. Para eso es de gran ayuda tener a mano algunas preguntas para hacerle al texto:

1. Para determinar el código sociocultural: ¿Qué tipo de vocabulario aparece (técnico, científico, específico de alguna disciplina, sencillo, coloquial, ...)? ¿Qué amplitud de saberes maneja el destinador? ¿Qué saberes previos debe tener el destinatario de este texto, es decir, qué da por sentado el destinador que sabe el destinatario? ¿La sintaxis es sencilla o compleja? Es decir, ¿sigue el orden tradicional de sujeto+ verbo+ objetos o, por el contrario, aparece desordenada? ¿Las oraciones son cortas y sencillas o abundan las subordinadas y las oraciones extensas?
2 Para determinar el código ideológico: ¿Desde dónde "habla" el destinador? ¿Defiende algún lugar común, prejuicio, creencia, ideología política, teoría científica, etc? ¿La usa para avalar su tesis o posición? ¿Discute o desmitifica alguna creencia o prejuicio instaurados socialmente?
3. Para determinar el código retórico: ¿Cómo está estructurado el texto? ¿Es narrativo, descriptivo, explicativo, argumentativo...? ¿En función de qué se elige esta estructura? ¿Cuál es el género discursivo compartido? (divulgación científica, ensayo, autoayuda, artículo de opinión, editorial, crónica, carta de lectores, tratado científico, monografía, manual de uso, informe, biografía, entrevista, entrada de enciclopedia, etc)

Una vez determinado el código, es más sencillo ver qué imagen de destinador y dedestinatario tiene el texto ya que analizados los códigos compartidos podemos preguntarnos por la relación entre ellos: 

4. ¿Hay una relación simétrica o asimétrica de saberes, es decir, tienen la misma cantidad de saberes o el destinador sabe más que el destinatario? En general, cuando abundan los procedimientos explicativos (definiciones, reformulación de ideas introducidas por "es decir", "en otras palabras", etc, analogías, ejemplos) decimos que hay una asimetría de saberes ya que el destinador considera que el referente es un tema nuevo para el destinatario por lo cual debe ser más meticuloso en la explicación. En cambio, cuando el texto no aclara, por ejemplo, la terminología científica, la relación de saberes puede ser más simétrica. 
Puede ser que la intención no sea informar sobre un tema sino convencer o persuadir al destinatario para que adhiera a la posición que asume el destinador frente a una situación problemática. En este caso, el texto abundará en argumentos que avalen dicha posición. En este caso, habría también una relación más simétrica que en un texto explicativo.

Para determinar el canal conviene reparar en la fuente: 

5. ¿En qué soporte llega el mensaje? (libro, revista, página web, periódico...) ¿Qué sabemos acerca de ese soporte que pueda colaborar con el análisis? 
6. ¿Qué marcas aparecen en el texto que estén relacionadas con el canal que sean relevantes para el análisis de la situación comunicativa? (comillas, negritas, itálicas, formato...) 

Por último, para determinar elcontexto:

7. ¿Cuál es el tema del texto? ¿A qué área del saber corresponde? (Física, Biología, Antropología, Psicología, Química, Comunicación, Literatura...)
8. Según el vocabulario utilizado, la relación entre destinador y destinatario, el canal... ¿En qué área social circula? (Academia, docencia, prensa, tribunales, escuela, cotidiana, administrativa, comercial, religiosa...)
Por último, recordar que cuando hablamos de "contexto" en un texto escrito diferenciamos el contexto de enunciación del de recepción ya que un texto producido en un determinado contexto temporal puede no tener el mismo contexto de recepción en su época que en la nuestra. Por ejemplo, los mitos en la antigua Grecia eran leídos en un contexto religioso, mientras que ahora los leemos en un contexto literario.

Para determinar la función predominante debo preguntarme por la "intención" del destinador: Si quiere hacer saber acerca de un tema, la función predominante será la referencial. Si quiere convencer o persuadir, será en general conativa. Si intenta expresar emociones, ira, opiniones subjetivas basadas en la mera emoción, la función será emotiva. La fática aparece cuando probamos el canal y lametalingüística cuando el lenguaje habla de sí mismo, es decir, cuando el código es referente del mensaje. La poética es predominante en los textos literarios.

No olvidar que cuando se analiza un texto debe utilizarse el vocabulario apropiado, es decir, deben usarse las categorías de análisis aprendidas en clase (código sociocultural, referente, función, contexto, destinador, destinatario, competencia comunicativa, etc) 

Algunos generos discursivos

Algunos géneros discursivos

 Intentaremos con esta entrada ver que son los generos discursivos.
A veces no es fácil determinar el género discursivo de determinado enunciado, pues el mismo Mijail Bajtín en su Estética de la creación verbal dice: "En la práctica los utilizamos (los géneros discursivos) con seguridad y destreza, pero teóricamente podemos no saber nada de su existencia" (1). ¿Qué significa esto? Que hay tal multiplicidad de géneros discursivos circulando en las diferentes esferas sociales que se vuelve muy dificultosa su clasificación y su reconocimiento sin haber hecho un estudio intensivo de los mismos. 
Recordemos que los géneros discursivos son, en términos de Bajtín, "tipos relativamente estables de enunciados" (2), "es decir, tipos temáticos, composicionales y estilísticos de enunciados determinados" (2) por las condiciones específicas de las distintas áreas de la esfera social (científica, periodística, técnica, oficial, cotidiana, académica, escolar, ...) Es decir que los géneros discursivos se determinan por su tema, su estilo y su composición o estructura. (Esto lo estudiaremos más detenidamente más adelante)
Por eso, vamos a intentar acá dar las características más importantes de los géneros discursivos que más habitualmente aparecen en el examen de ingreso para que puedan tener algunas herramientas (más allá de la definición teórica de los géneros) para reconocerlos. Empecemos:
Autoayuda: Este género es fácilmente identificable, pues se trata de textos que tienen como función principal dar consejos al lector para que viva de una mejor manera. Los temas pueden ser diversos: cómo triunfar en el amor, cómo vivir más tranquilo, cómo disfrutar de una mejor sexualidad, etc. Puede, además de aconsejar, narrar historias o ejemplos de vida.
Biografía: Es uno de los géneros discursivos más antiguos y consiste en la narración de la vida de un personaje cuya biografía es "digna" de ser contada, ya sea por su actuación en la historia o en la vida pública o por algún tipo de particularidad que despierte el interés de la gente. Es un texto predominantemente narrativo en cuanto a su estructura y generalmente (aunque no siempre) presenta en orden cronológico los acontecimientos más importantes de una vida.
Divulgación científica: Este género es mucho más fácil de reconocer que el ensayo pues tiene una función claramente referencial y tiene como característica principal el predominio de la trama explicativa. Supone una asimetría de saberes entre el destinador y el destinatario por lo que su autor apelará a procedimientos típicos de la explicación, a saber: definiciones, aclaraciones, analogías, ejemplos, reformulaciones, gráficos, infografías, etc.
Por otro lado, en cuanto a su estilo, será un texto con terminología científica, pero con las aclaraciones necesarias para que ese vocabulario sea comprendido por un destinatario amplio, es decir, un lector que no necesite contar con conocimientos previos acerca del tema en cuestión para comprender el escrito.
Aunque la mayoría de los textos de divulgación tienen como objeto las ciencias "duras", puede haber textos de divulgación en otras áreas del saber como la psicología, la sociología, la filosofía, etc. Por ejemplo, un texto que trate de manera sencilla la filosofía de Descartes puede tratarse de un texto de divulgación, o uno que trate la estructura del inconsciente según Freud puede tratarse también de este tipo de género discursivo. Siempre y cuando la intención sea meramente informativa, con el objetivo de acercar a un público amplio ciertas teorías que no siempre son accesibles para un lector común.
Editorial: El editorial es un género discursivo periodístico que tiene una trama predominantemente argumentativa ya que su intención es la de persuadir o convencer acerca de una posición tomada con respecto a un hecho de actualidad. Es la opinión de la línea editorial de la publicación (diario, revista, periódico) y no va firmada por su autor puesto que el destinador es la publicación  en sí.
Ensayo: El ensayo fue considerado desde sus inicios como un género literario aunque en la actualidad no necesariamente está visto como tal. El problema que presenta es que puede tratar una multiplicidad de temas que corresponden a diferentes áreas del saber (literario, humanístico, filosófico, social, cultural, deportivo, político, ...) y, además, asume múltiples estilos y estructuras que vuelven más difícil su identificación con respecto al resto de los géneros. Por otra parte, hoy en día, un ensayo puede ocupar una carilla, diez, o puede tratarse de todo un libro.
¿Qué tienen en común los ensayos aun en su multiplicidad? Los ensayos siempre parten de una visión personal, una interpretación o una toma de posición con respecto a un tema o a un problema específico, motivo por el cual, reclama siempre de su destinador, una argumentación, explicación o desarrollo lógico de las ideas con la intención de fundamentar esa visión personal. Es eso lo que diferencia al ensayo de un texto meramente informativo, un texto de divulgación científica, por ejemplo.
El ensayo tampoco tiene una estructura definida. Si bien la estructura clásica es la de introducción- desarrollo- conclusión, muchas veces esa estructura es transgredida precisamente por las posibilidades personales y subjetivas que brinda el ensayo con respecto al tratamiento de un determinado aspecto, tema o problema, por lo que puede comenzar con una breve anécdota, una cita, un argumento y no necesariamente con la exposición del problema y el objetivo de análisis en particular.
Por ejemplo: un libro que trate sobre el análisis de los sueños del paciente del autor puede ser un ensayo, pues es la visión del destinador  desde su área del saber que es el psicoanálisis. Un texto que trate sobre el porqué del uso del tatuaje en los jóvenes de la década del 90 también será un ensayo ya que dará su punto de vista a partir de investigaciones psicológicas o sociológicas del problema en cuestión. No corresponderá a un ensayo, por ejemplo, un texto sobre el modo en que se comunican los delfines o las abejas o el modo en que conviven las hormigas en los que prevalecerá la información antes que la postura personal.
Entrada de enciclopedia o enciclopedia: La entrada de enciclopedia tiene la función de informar acerca del significado de una palabra, un acontecimiento, un personaje o un aspecto científico. Presenta siempre la definición del objeto en cuestión y luego amplía la información con detalles más precisos. Esto último es lo que diferencia la enciclopedia de un diccionario (existen también los diccionarios enciclopédicos) Por otro lado, la palabra a definir aparece siempre en negrita y los vocablos están organizados por orden alfabético. Además, las palabras que están definidas en la enciclopedia también aparecen destacadas cada vez que se las nombra en alguna otra parte del volumen. Por ejemplo, Wikipedia  es una enciclopedia virtual: cada vez que una palabra aparece destacada como hipervínculo significa que esa palabra aparece ya definida en esa enciclopedia virtual, mientras que los términos que aparecen en rojo son aquellos que todavía no han sido definidos. Obviamente, como la lectura en Internet ya no es lineal sino hipertextual  (en red) ya no aparecen los vocablos en orden alfabético como en las enciclopedias analógicas. La función de este género discursivo es referencial.
Nota o artículo de opinión: Es también un género periodístico que comparte con el editorial su estructura predominantemente argumentativa y tiene también la intención de persuadir o convencer al lector. Como el editorial da una interpretación u opinión personal con respecto a un tema de actualidad. Se diferencia del editorial en que, en este caso, la nota está firmada por un periodista que se hace cargo de su escrito.
(1) BAJTIN, Mijail; Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, 1992. (pág. 267)

GERUNDIOS Y SU USO CORRECTO

Usos correctos del gerundio:

1. Para expresar acciones que sucedieron previamente a la acción principal:
Estudiando aprobarás el examen. (la acción de estudiar es previa a la de aprobar)
Habiendo terminado sus estudios, fue a buscar trabajo a la empresa. (Terminó sus estudios antes de pedir trabajo)
2. Para acciones simultáneas a la de la acción principal:
Entró cantando. (La acción de cantar se da al mismo tiempo que la de entrar)

Usos incorrectos del gerundio: Es necesario, en estos casos, reemplazar el gerundio por un conector y el verbo conjugado:

1. Para acciones posteriores a la de la acción principal:
Se sometió a votación la propuesta, aprobándose por unanimidad.  
Se sometió a votación la propuesta y se la aprobó por unanimidad.
(Se aprobó después de haberse sometido a votación)
El presidente viajó a Venezuela alojándose en el hotel más importante de Caracas.
El presidente viajó a Venezuela y se alojó en el hotel más importante de Caracas.
(se alojó después de haber viajado a Venezuela)

2. En lugar de proposiciones relativas que modifican a un sustantivo, es decir, el gerundio nunca modifica a un sustantivo: En este caso se reemplaza por que + verbo conjugado
La ley regulando las tarifas telefónicas será promulgada.
La ley que regula las tarifas telefónicas será promulgada.

3. Con valor de proposición adverbial (circunstancia de causa, consecuencia, etc.)

Se estrelló un avión muriendo todos sus ocupantes.
Se estrelló un avión por lo que todos sus ocupantes murieron.
(El hecho de que murieron es consecuencia de haberse estrellado el avión)
Fue mi mejor profesor incentivándome permanentemente para que estudiara.
Fue mi mejor profesor ya que me incentivaba permanentemente para que estudiara.
(El haber incentivado es la causa por la que fue el mejor profesor)

domingo, 21 de septiembre de 2014

LEYENDA - EL LLANTO DE IRIS

EL LLANTO DE IRIS

Al principio de los siglos hubo un tiempo en que los dioses alternaban con los hombres. Así se dio el caso de que el poderoso Júpiter se enamorase de una bella joven.
Fue una pasión llena de dulzura, y el joven Júpiter supo lo que era amar sin esperanza. Porque la hermosa Iris amaba a un pescador y se había prometido a él para casarse.
El orgullo de Júpiter se sublevó.
Pensó en casarla cuanto antes con su pescador, para sumirla luego en una perpetúa desventura. Así pues, se iniciaron los preparativos para la boda y todo les sonreía a la encantadora Iris y a su apuesto prometido que no llegaron a sospechar la proximidad del dolor que les aguardaba.
Preséntose el despechado y soberbio Júpiter el dia de la boda al marido y le dijo:
-Ya tienes el amor. ¿Quieres riqueza?.
Ariano era ambicioso y quería mucho a su mujer. Por eso contestó sin vacilar:
-La quiero. Dime que debo hacer para conseguirla.
-Traéme un guijarro de un lugar donde el sol no se ponga durante más de un día.
-¿ Y dónde se halla ese lugar?.
Iris trató por todos los medios de disuadir y convercer a su marido. Pero Ariano estaba estaba firmemente decidido.
-Quiero ser rico-contestó.
Iris bajó la cabeza y fue a ver a la bondadosa Juno, a quien contó sus penurias y pidió protección.
-Es forzoso partir. Tu esposo no abandonará su dorado sueño. El día de la partida hallaréis en el barco una paloma que os mostrará el camino. En cuanto a ti, no te doy más defesa que tus propias lágrimas.
Equiparon la nave con todo lo necesario para un viaje largo.
Apunto del alba una paloma blanca picoteaba en la proa alegremente. Ariano sonrió al verla y lanzó su embarcación mar a dentro, siguiendo el rumbo que trazaba el ave.
Una mañana, después de mucho tiempo, vieron tierra a lo lejos. Indudablemente se hallaban en el lugar que Júpiter señaló al ambicioso pescador. De allí a dos horas podrían desembarcar y recoger el precioso guijarro. Ariano estaba contento. Iris sufría adivinando una terrible maquinación del dios.
Durante ocho días descansaron. 
El noveno Ariano anunció su propósito de volver. 
Aquella noche Iris tuvo un sueño revelador. 
Soñó que se le aparecía Juno, la cual le hablaba así:
-No partas, Iris el poder de Júpiter te acecha. 
Ariano morirá y tu prematura viudez será la venganza del dios.
Detén, detén a tu marido y si las razones no bastan, llora. 
Tus lágrimas te salvaran.
Ya sabía Iris que las razones no bastarían. 
Esa noche no pudo dormir la desgraciada Iris. 
Inclinada sobre la borda de la nave, pasó llorando varias horas mientras su marido reposaba.
Al fin la rindió el cansancio y se durmió también.
En lo más profundo de su sueño la despertó un grito de Ariano:
-Mira, Iris, mira. Estamos presos.
Abrió Iris los ojos y miró el mar estaba helado…
Era imposible partir…
La dulce Iris paseó una mirada de gratitud a lo largo de aquel tremendo baluarte, levantado por el amor de una mujer contra la ambición y la vanidad.